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Llevo tiempo viendo recetas de cremas con semillas de chía, desde leche de almendras , fruta o cualquier cosa líquida o semi líquida que se preste a espesarse como un gel gracias a las propiedades mucilaginosas de esta semilla. A mi las cosas gelatinosas no me emocionan así que no intentaba usarlas de esta manera.

Pero un día sucedió. Me lancé.

Viendo un video de uno de los blogs que más me inspiran, sucedió. Green Kitchen Stories son frescura y belleza. Inspiradores. Su receta usaba frambuesas y usaban como recipiente un bote de cristal para llevártelo  donde quieras. Ese concepto de comida en botes de cristal me chifla. Lo puedes dejar preparado y al día siguiente lo coges y te lo llevas. A través del cristal ves las capas de tu delicioso alimento, desde una crema a una ensalada o un postre o desayuno. Mucho más apetecible que en un táper de plástico.

La idea llegó con la temporada del mango en España. Vivan Málaga y sus mangos! Aprovechad y antes de se acabe la temporada, comprad, cortar y congelar para tener stock en  el congelador.

Mango. Yo enseguida asocio algo dulce con algo ácido o picante, con chispa, con amargor, con contrastes de texturas frente a la crema. Jengibre, limón, nibs de cacao, coco, kiwi y granada, también en plena temporada. Fue fácil. A veces me pregunto si esto se puede denominar receta o una simple asociación de ingredientes. Y lo práctico, cuando preparas la cena lo preparas en un plis, rellenas unos botes y toda la familia tiene su desayuno para llevar al día siguiente, o un snack a media mañana cuando te baja la energía o  un postre rico si lo pones en un vaso de chupito.

Ah y un dato muuuuy importante. 0% azúcar. Tan solo el presente en la fruta. 100%  energía  y dulzor con un sabor increíble. Fácil de hacer. Lo tiene todo!

Como dato de interés os cuento que las semillas de chía, eran conocidas por Mayas y Aztecas por su potencial energético y nutritivo. Ha resurgido como un súper alimento, y, aunque yo siempre soy cauta cuando sale un ingrediente con propiedades casi mágicas, reconozco que con el tiempo esta semillita se ha hecho un hueco en mi cocina.

Suelen ser comparadas con las semillas de lino por su alto contenido en ácidos grasos omega 3. Pero lo práctico es que no hay que triturarlas para que absorbamos mejor sus propiedades. Gran fuente de  proteína, calcio y fibra. Ese gel que se forma en contacto con un líquido ocurre gracias a la fibra soluble que contienen, con lo cual te sacian y regulan el nivel de azúcar en la sangre. No tienen un sabor que destaque, lo que resulta muy práctico en pastelería vegana como sustituto del huevo. Y eso, en mis experimentos pasteleros, ha resultado ser muy convincente en esa búsqueda hacia una pastelería más sana.

Con toda esta información ya no tienes excusa para no probarlo! Puedes usar cualquier fruta, aunque la pera y la manzana no te los recomiendo porque que se oscurecen al oxidarse. Pero si es en compota cocida quedará riquísimo! En invierno te recomiendo plátano y zumo de naranja, con un poco de su ralladura; en verano melocotón y cardamomo o melón con limón y menta, o fresas con vainilla y un toque de balsámico. Infinitas posibilidades es a lo que te enfrentas!

Pd: la foto de la portada, o primera foto del artículo es otra versión que he hecho año y medio después de esta primera versión, porque aún quedaban higos en el mercado…